Un árabe le pidió dinero aun judío y éste se lo prestó.
Sucede que el árabe jamás había pagado una deuda y el judío jamás había perdido un solo centavo en ninguna transacción.
Sucede que el árabe jamás había pagado una deuda y el judío jamás había perdido un solo centavo en ninguna transacción.
¡Podré irme al infierno, pero no pagaré esta deuda...! .
Así que apretó el gatillo y cayó muerto de inmediato.
¡Voy a cobrar este dinero aunque sea en el infierno...! Un gallego, que había observado todo, quedo impresionado, tomó la pistola, se la puso sobre la sien y dijo:
¡Coño, por nada del mundo me pierdo este pleito!
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